La vida me susurra...

... un te quiero, más un te amo, dejándome saber que no es una suma la que se presenta ante mí, sino más bien una ecuación matemática muy compleja. Si tratara de resolverla como un matemático, habría una forma muy sólida, muy rígida tal vez, con una fórmula que es la llave para llegar al origen y desmenuzar la ternura de los componentes, de estos dos factores. Si utilizara la física cuántica, un científico habla de que el punto de observación cambia el resultado. Se la podría llamar variable, aunque no sería lo correcto, ya que los componentes son los mismos y el que recibe el te quiero también. Yo te quiero... Yo te amo... tan simple de pensar y tan difícil de expresar. Un te quiero para decirte que te quiero libre, que te quiero ver volar y te quiero lleno de plumas blancas. Un te quiero repleto de ser en tu ser. Ojos azules, aunque también podrían ser verdes y marrones, más todos los otros colores que la vida se inventó. Miro profundo en ti, no todos pueden soportarlo... muy pocos quieren realmente ser vistos, muy pocos se atreven a ser vistos a través de su mirada. Tú a veces lo haces. Es ese brillo el que me transporta a reconocerte en un futuro, lejano de cualquier posible semejanza a la realidad actual. Aunque me hayas cerrado algunas veces las persianas de tu alma y me quedé  a obscuras, no te creí... Fue un corte brusco protegiéndose de sus propios sentimientos. Hay una  intensidad en tu piel que desea ser tocada por la mía, y al final albergamos ese sentimiento en la notable pero clausurada necesidad. Y a pesar de que no me había antes fijado en ti, ahí estas entre mis almas favoritas, llenando de cositas bellas mi vida, aunque la situación requiere otro trato. Uno con más seriedad, uno más profesional, uno más distanciado... subes y bajas de mi mente a mi corazón y de mi corazón a mi mente. Parece un juego interminable. Mis neuronas no saben dónde localizarte, porque mi corazón te aprecia y te guarda en su intenso  latir. Palpitas rojo, rojo intenso. Quién te dejó entrar?, pregunto. Me encojo de hombros y me propongo respetar mi incapacidad de rendirme ante tan grande tentación. Eres tiempo erróneo, pero un continuo amanecer. Te escribo porque me gusta sentir profundo, me gusta regalarme más de lo que vale la pena. La vida es simple y está llena de personas que se afligen cuando las necesidades que cargan son reconocidas por otros. En otro momento, hubiese dicho,  yo te ayudo a cargar con tus miedos,  pero como he pasado por unos cuantos propios, conozco la capacidad del ser humano. Hay que darle espacio al crudo invierno para que  los diferentes ciclos se reconozcan como un todo, para que tú te vuelvas uno contigo mismo. Porque para poder amarte te quiero completo. Eso hace a un hombre grande: su poder de estar presente en su vida, con todo lo que requiere. El que vence sus propias batallas. Tus ojitos tienen la oportunidad de expandir sus pupilas un poquito más ante la grandeza de la existencia. Esta vida nos ofreció reconocernos de cerca, con una intensidad que, no puedo negar, me asombra...